La bici no es peligrosa: lo peligroso es cómo diseñamos las ciudades

Cada vez que hay un accidente en el que una persona en bici resulta herida o, peor aún, pierde la vida, la conversación pública suele girar en torno a lo mismo: «ir en bici es peligroso». Pero ¿y si el problema no fuera la bici, sino el diseño de nuestras ciudades? Y vamos a decirlo, claro, la víctima o el más vulnerable nunca puede ser el culpable.

Vivimos en entornos creados durante décadas para priorizar el coche por encima de cualquier otra forma de movilidad. Aceras estrechas, carriles bici pintados (cuando hay suerte), cruces imposibles, semáforos pensados solo para el tráfico motorizado… y un sinfín de detalles que convierten la experiencia de moverse en bici en una especie de prueba de supervivencia.

La falsa narrativa del peligro

Decir que la bici es peligrosa es tan absurdo como decir que caminar es peligroso porque hay atropellos. No es la bici, no son las piernas: es la infraestructura. Las ciudades deberían ofrecer espacios seguros para todas las personas, sin importar cómo decidan moverse.

En países donde se ha apostado de verdad por la movilidad ciclista, la percepción del peligro desaparece porque el riesgo real se reduce al mínimo. Calles calmadas, vías exclusivas para bicis, prioridad peatonal y educación vial funcionan mucho mejor que llenar de coches cada rincón.

La violencia normalizada del coche

Lo que sí es peligroso es convivir a diario con toneladas de metal moviéndose a velocidades absurdas por el centro de la ciudad. Es peligroso que se acepte como «normal» que los coches invadan pasos de cebra, doblen esquinas sin mirar o aparquen en carriles bici. Es peligroso que nuestras vidas dependan de que alguien no se despiste al volante durante un segundo.

Cambiar el diseño, cambiar la historia

No hace falta inventar la rueda (nunca mejor dicho). Tenemos ejemplos claros en Ámsterdam, Copenhague o Sevilla, donde se han implementado infraestructuras pensadas para la bici y la siniestralidad ha bajado de forma brutal.

Invertir en movilidad ciclista no es solo poner cuatro señales y pintar un carril estrecho. Es repensar la ciudad: reducir velocidad de coches, ampliar aceras, crear carriles bici seguros y conectados, y sobre todo, priorizar la vida y la salud por encima de la velocidad y el aparcamiento.

La bici es parte de la solución

Decir que la bici es peligrosa es culpar a la víctima y desviar la atención del verdadero problema: ciudades diseñadas solo para coches. Cuando se apuesta por otro modelo urbano, no solo ganan las bicis: gana todo el mundo. Menos ruido, menos contaminación, más seguridad, más vida en las calles.

Porque la bici no es peligrosa. Lo peligroso es seguir creyendo que la ciudad es un circuito para coches y no un espacio para vivir.


Marta Torre

Soy desarrolladora web fullstack especializada en WordPress y desarrollo de aplicaciones. Defensora de un modelo de ciudad sostenible y más respetuoso, donde las bicicletas, el transporte público y los peatones tienen preferencia.

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