¿Carriles bici o calzada? La falsa solución que favorece a los coches

Cada vez que un ayuntamiento anuncia la construcción de carriles bici, se celebra como un gran avance hacia la movilidad sostenible. Se presentan como la solución definitiva para que las bicicletas puedan convivir con el tráfico motorizado y para mejorar la seguridad vial.

Pero, ¿es esto realmente así?
¿Son los carriles bici una herramienta imprescindible para fomentar el uso de la bicicleta o simplemente una forma de apartarnos de la calzada y mantener intacto el dominio del coche en la ciudad?

La respuesta no es tan sencilla. Depende de cómo se diseñen, de para quién se piensen y, sobre todo, de la visión que tengamos para nuestras ciudades.

Por qué los carriles bici pueden ser útiles

No todo es negativo. Los carriles bici tienen su función y pueden ser un punto de apoyo importante en algunos casos:

  • Personas principiantes: quienes empiezan a usar la bicicleta en la ciudad a menudo sienten miedo de compartir espacio con coches y autobuses. Un carril bici puede darles más confianza.
  • Familias y niños: circular con niñas pequeñas es mucho más seguro cuando existe un espacio protegido sin vehículos motorizados alrededor.
  • Mayores o personas con movilidad reducida: no todo el mundo tiene la misma capacidad física para reaccionar en situaciones de tráfico, por lo que una vía separada ayuda a reducir riesgos.
  • Conexión entre barrios: cuando están bien diseñados, los carriles bici pueden ser una red continua que conecta diferentes puntos de la ciudad y facilita moverse pedaleando sin interrupciones.

En estos casos, los carriles bici no solo son útiles, sino que pueden ser la diferencia entre animarse a usar la bici o no hacerlo nunca.

El problema de muchos carriles bici

El gran inconveniente es que gran parte de los carriles bici que se construyen en nuestras ciudades son improvisados, inseguros y, en algunos casos, incluso peligrosos.

Algunos ejemplos muy habituales:

  • Interrupciones constantes: empiezan y terminan de forma abrupta, obligando a incorporarse al tráfico sin señalización ni prioridad.
  • Conflictos con peatones: muchos están en las aceras, lo que genera discusiones y situaciones de riesgo para ambas partes.
  • Cruces peligrosos: en intersecciones, la prioridad suele ser para los coches, dejando a la bicicleta en desventaja.
  • Trazados poco prácticos: obligan a dar rodeos innecesarios, reduciendo la eficiencia del desplazamiento en bici.
  • Mal mantenimiento: baches, alcantarillas hundidas o restos de grava son un peligro añadido para quien circula en bicicleta.

Un carril bici mal diseñado puede dar una falsa sensación de seguridad y acabar siendo más arriesgado que ir por la calzada.

El mensaje que lanzan los carriles bici

Cuando se crean carriles bici únicamente para apartar a las bicicletas de la calzada, el mensaje es muy claro:
«la bici estorba, la calzada es para los coches».

Pero las cosas no deberían ser así:

  • La bicicleta es un vehículo legal, con derecho a circular por la calzada.
  • Separarla solo refuerza la idea de que los coches son los dueños de la ciudad.
  • La verdadera seguridad no se logra aislando a la bicicleta, sino reduciendo la velocidad de los coches y diseñando calles donde todas las personas puedan convivir.

Si seguimos pensando que la solución es “quitar de en medio” a las bicicletas, nunca conseguiremos ciudades más humanas ni reduciremos la dependencia del coche.

Lo que realmente necesitamos

En las ciudades que han apostado en serio por la movilidad ciclista, la estrategia ha sido muy distinta. No se trata solo de pintar carriles bici, sino de transformar el espacio urbano para priorizar a las personas sobre los coches.

Algunas medidas clave:

  • Reducción real de la velocidad en zonas urbanas: límites de 30 km/h efectivos, con controles y diseño de calles que obliguen a cumplirlos.
  • Calles compartidas seguras: calzadas donde bicicletas y coches circulan juntos, pero el vehículo motorizado no tiene prioridad absoluta.
  • Respeto y educación vial: campañas y sanciones para quienes ponen en riesgo a los ciclistas.
  • Carriles bici de calidad: cuando son necesarios, deben ser continuos, bien señalizados, sin conflictos con peatones ni cruces peligrosos.
  • Infraestructuras complementarias: aparcamientos seguros para bicis, semáforos específicos y calles tranquilas que favorezcan pedalear sin estrés.

Un carril bici improvisado no soluciona nada. Lo que necesitamos son ciudades donde la bicicleta sea parte de la movilidad normal, sin obligarnos a apartarnos de la calzada para que los coches sigan circulando como siempre.

El derecho a la calzada

Las bicicletas no son un juguete ni un estorbo. Son un medio de transporte válido, eficiente y limpio. Tenemos derecho a usar la calzada igual que cualquier otro vehículo.

Crear carriles bici puede ser positivo cuando suman seguridad y conectividad, pero no deben ser excusa para negar el acceso de la bicicleta a la vía principal.

Si de verdad queremos una movilidad sostenible:

  • No basta con carriles bici pintados para la foto.
  • Hay que cambiar el diseño de las calles y la mentalidad de quienes conducen coches.
  • Las ciudades deben ser para las personas, no para el tráfico motorizado.

Conclusión

Los carriles bici son solo una herramienta, no la solución definitiva. Pueden ayudar a quienes comienzan a usar la bicicleta, a familias y a personas que necesitan un espacio más seguro. Pero mientras sigamos construyéndolos para apartar a los ciclistas de la calzada, estaremos reforzando el problema y no la solución.

La verdadera movilidad sostenible llega cuando todas las personas pueden moverse seguras, sin miedo, y sin depender de un coche.
Eso significa rediseñar nuestras ciudades para convivir, no para separar.


Marta Torre

Soy desarrolladora web fullstack especializada en WordPress y desarrollo de aplicaciones. Defensora de un modelo de ciudad sostenible y más respetuoso, donde las bicicletas, el transporte público y los peatones tienen preferencia.

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